¿Habito mi cuerpo?
Cuerpo Humano: Regalo Divino, que solo la magia del Universo puede crear en tal perfección y armonía. Sagrado Templo que habitar como única herramienta para llevar a cabo nuestra misión en la Tierra. Nos es regalado, junto con el Libre Albedrío, para hacer de él en esta vida lo que consideremos; siempre será un aprendizaje que nos acompañará hasta la eternidad.
Yo me pregunto: este cuerpo, Regalo Divino, ¿es habitado dignamente? o ¿es víctima de un gran descuido, viviendo en el abandono?
Cada vez que no escuchamos nuestro corazón, cada vez que pasamos por el día a la carrera, cada vez que desconectamos conectados a las máquinas, la tecnología, cada vez que la ansiedad gana la batalla a la comida saludable, cada vez que ensordecemos frente a nuestras emociones, cada vez que hacemos superficialmente cualquier actividad… nos mantenemos fuera de nuestro cuerpo, lejos de nuestras capacidades y desconectados de nuestras posibilidades.
¿Sabemos verdaderamente habitar el Cuerpo? ¿Somos conscientes de la importancia de habitarle?
Nadie nos enseñó cómo se habita un Cuerpo Humano, pues todos viven a medio habitar, en el mejor de los casos.
¿Dónde ponemos la atención en nuestro día a día? ¿Cuánto paramos a regalarle un poco de este preciado tesoro, que es la atención, a nuestro cuerpo? ¿Has observado alguna vez qué le sucede a un niño, a un animal o incluso a una planta, cuando le prestas tu atención? Si nunca lo hiciste, haz la prueba. Algo mágico sucede y los niños se calman y conectan contigo y consigo mismos; los animales se ven más alegres y en paz; en las plantas el resultado es su hermosura y despliegue, pues si tienen flor se llenan de ellas y si no tienen, su verde brilla con intensidad. ¿Qué no sucederá con nuestro cuerpo si le atendemos y le habitamos diariamente? ¡Pura magia!
Prueba a sentir tus pies en el suelo, cómo te sostienen y cómo te conectan con la tierra; siente tus tobillos conectados a tus pies y como tus piernas se sostienen gracias a esta conexión. Sube por tus pantorrillas y ve sintiendo su firmeza hasta llegar a tus caderas, centro del equilibrio. Siente tu torso, con todos los órganos que hacen su función en una perfecta sinfonía. Atiende a tus brazos y manos, herramientas de tu hacer en el mundo. Y tu cuello que sostiene tu cabeza, motor de tu pensamiento. Después siente el conjunto completo, tan bien orquestado, vibrando en dulce armonía; y mándale tanto amor como albergue tu corazón y tanta gratitud como seas capaz.
Ahora, ¿algo cambia? Quizá la paz interior aparece y eres capaz de sentirte verdaderamente presente aquí y ahora.